Dentro de todos y cada uno de nosotros hay un verdadero y auténtico swing. Algo con lo que nacemos, algo que es nuestro y sólo nuestro. Algo que no se puede enseñar ni aprender. Debemos mantenerlo vivo. Con el paso del tiempo el mundo que nos rodea puede robarnos ese swing y queda enterrado en nuestro interior bajo todos nuestros «habría, podría, debería». Hay quien llega a olvidar cual era su swing…, La Leyenda de Bagger Vance

A su extraordinaria fotografía y banda sonora, abierta a las emociones, se une una historia de un héroe, un mentor y una historia de amor con un mensaje que envuelve a la película y que da sentido a su inclusión en este blog: «A veces para aprender basta sólo con recordar».

Este film, no es sólo un homenaje al deporte del golf, sino que va más allá y es una referencia continua a la formación y, en general, a la vida misma. En este sentido Matt Damon, que encarna el personaje del golfista Junuh hace una primera reflexión – bajo los efectos de la embriaguez – junto a su futuro aprendiz, el pequeño Hardy, conversa sobre la adversidad realizando una metáfora de como se mueren las diferentes células que tiene nuestro cerebro. Las células de la tristeza, que se disfrazan con una sonrisa, las del silencio, que se contraponen con un grito, las de la estupidez que emergen con la inteligencia y las más difíciles de eliminar, las células del recuerdo.

Como nos dice su director Robert Redford, «las historias, como esta película, son una vehículo de información y formación». Esta es un película positiva y esperanzadora en un mundo cada vez más cínico. El golf, en particular, es el único deporte que te enfrentas a ti mismo, acompañado de tu equilibrio y la naturaleza.

En la película se pueden observar, más allá de los tradicionales rasgos y aptitudes, claros ejemplos de las verdaderas competencias de ciudadanía como son el altruísmo, reflejado en Bagger Vance con su simbólico caché de cinco dólares por ser el caddie de Junuh. El sentimiento de comunidad y camaradería entre Junuh, Hagen y Bobby Jones. La ilusión, entusiasmo y la lealtad, reflejados es los comportamientos de Hardy con Junuh. La honestidad y la ética cuando Junuh reconoce que ha movido su bola al abordar el último tee y que es penalizado con un golpe.

Se nos transmite, de una forma recurrente, el orgullo de pertenencia. Este bien, muy valorado en las organizaciones del siglo XXI y que lo observamos en esta película representado de una manera fiel en el imaginario de un pueblo como «Savanah» en su relación con su héroe local, Junuh.

Desde mi punto de vista la gran estrella de la película son las conversaciones verbales y no verbales entre el Bagger Vance y Junuh, la formación informal. Esto es lo que le hace realmente «mágica» a esta película. Comienza aquí la faceta mística, la búsqueda de la autenticidad, tan complicada en la era en que vivimos y que nos ha sesgado la pasión por Observar, Reflexionar, Sentir y Ver y cómo, todo esto, configura nuestra opinión y orientación vital.

Este capital conversacional entre los dos grandes protagonistas se envuelve en un constante proceso de coaching en el cual Bagger Vance, el coach, observa, toma conciencia, determina unos objetivos, actúa, mide y motiva a Junuh. Con un final optimista, Junuh vence a la adversidad, recobra la confianza en si mismo y no sólo recupera un hoyo cada cuatro para acabar igualando en el torneo, sino que consigue también volver con su amada Adele.

Finaliza la película con una excelente frase de Jack Lemmon representando ya al viejo Hardy:

«Juego por los momentos que han de llegar en algún lugar del campo